Mucho se habla estos días en España de las monjas de Belorado, ya excomulgadas. Lo cual es un momento triste para toda la Iglesia: la expulsión de una entera comunidad religiosa (o casi entera) es un hecho ciertamente aciago.
De los sucesos de Belorado no se ha hablado mucho fuera de España, pero en Argentina se conoce el conflicto de las carmelitas de Salta. En esta ciudad hay en curso unas presuntas apariciones, en el Cerro de San Bernardo (se conoce como la Virgen del Cerro), que genera muchas peregrinaciones. Actualmente están en investigación por las autoridades sin que terminan de ver su carácter sobrenatural, y además parece que hay aprovechamiento económico de la vidente (de nombre María Livia) y su marido.
Pero las carmelitas las consideran auténticas, y se sienten unas privilegiadas de la Virgen por ayudar a su difusión. María Livia se aprovecha de ello para difundir las apariciones y fomentar las peregrinaciones, aunque para ello se cometan irregularidades. Ella interviene en la vida del convento muy activamente, y pone a nombre del convento las propiedades del Cerro. También el marido entra en la clausura.
Antes estas excepciones, el arzobispo ha estado advirtiendo, sin conseguir resultados. Por ello les prohibió que entren seglares en la clausura y menos aún que tomen parte en las decisiones conventuales, y además les obligó a clarificar el patrimonio, separándolo del Cerro.
La reacción de las monjas fue denunciar por violencia de género al arzobispo actual, al arzobispo emérito y a otros dos sacerdotes que le asesoran. El juez civil dictó una restricción perimetral de los cuatro: ninguno de ellos puede acercarse al convento en varias manzanas a su alrededor. Esta decisión hizo que el conflicto fuera noticia de primera plana en la prensa nacional. Las feministas radicales se aprovecharon y organizaron actuaciones de apoyo: por ejemplo un abrazo simbólico al convento para protegerlas. Fueron de todo el país para rodearlo y protestar contra un Arzobispo machista que se aprovecha de unas pobres mujeres indefensas.
La última noticia fue en abril, pues la sentencia en primera instancia condenó a los cuatro por el delito de acoso, y los obligó a hacer pericias psicológicas y cursos con perspectiva de género. La ultimísima noticia es que la sentencia fue recurrida y su ejecución está suspendida.
Como se ve en esta sucinta relación de hechos, son muchos los puntos en común con los acontecimientos de Belorado. Lo que lleva a pensar qué puede pasar por la mente de unas personas que se entregaron a Dios de una forma tan radical, que llevan decenios viviendo un género de vida muy sacrificado, y que hicieron un voto de obediencia, para que se permitan con tanta ligereza unas conductas que les pueden llevar a la excomunión (en Belorado) o al menos a una desunión de las que no se deberían descartar sanciones canónicas.
Ya anticipo que en ambos casos las monjas me dan mucha lástima, y no solo por la excomunión o las otras sanciones que pueden llegar, sino por las terribles coacciones que parece que están sufriendo. Hace unas semanas se hizo pública una carta de una carmelita, la única que abandonó el convento de Salta, en que narra las enormes presiones psicológicas que sufrió durante años. Recomiendo a quien la lea que antes se prepare anímicamente, porque es impactante. Muchos manifiestan su sorpresa de que enteras comunidades religiosas (la de Salta y la de Belorado) cometan voluntariamente conductas que las lleve a sanciones canónicas, incluida la excomunión, pero después de leer este testimonio, ¿habrá alguien que levante el dedo acusador contra alguna de estas monjas? Estoy de acuerdo en continuar con los competentes procesos canónicos, entre otras razones para claridad del pueblo de Dios, pero ¿cómo podemos juzgar la conciencia de una monja que ha sufrido todo lo que ahí se relata?
Es sabido que en la Iglesia hay actualmente una especial sensibilidad con los abusos de poder y de conciencia. En un discurso a superiores religiosos Francisco les dijo que «es necesario estar atentos al peligro de que [el servicio de autoridad] pueda degenerar en formas autoritarias, a veces despóticas, con abusos de conciencia o espirituales que son terreno propicio también para abusos sexuales, porque no se respeta más la persona ni sus derechos» (Discurso a los participantes en la Asamblea de la Unión de los Superiores Generales, 26-XI-2022).
Se trata de una tarea que actualmente se impone como muy importante en la vida de la Iglesia para todos, no solo para los religiosos, y debemos contribuir a distinguir el fuero interno y el externo y los aspectos de dirección espiritual de la formación y el gobierno y a respetar el santuario de la conciencia, pero entre los fieles de la Iglesia las monjas de clausura son especialmente vulnerables a estos abusos, porque al estar encerradas, es peor la tentación de los superiores de abusar de sus conciencias. Considero importante rezar por esta intención.